miércoles, 11 de diciembre de 2013

A MI PERRO TOBY

In memoriam Toby

Toby,  me abandonaste como lo hace un suspiro,
mi hipertrófico corazón exhalando mohíno gemido.
Tu mórbido y orondo cuerpo mecido en mi regazo,
al despeñarse tu hirsuta cabeza entre mis brazos.

Fidedigno aliado, noble camarada y amigo fiel,
renunciaste a esta mierda de mundo pancista y cruel.
Hocico gacho, ébanos ojos, pardo y sarnoso pelaje,
emprendiste, ahíto y rendido,  fúnebre viaje.
    
Han sido quince años de aplacible y carnal compañía,
por doquier irradiabas hediondez, libídine y alegría.
Decían que tu pedigrí ahuyentaba quienes quieren hurtar,
¡ Cuántos rateros expoliaron nuestro humilde hogar !.

Fui incapaz de amansarte desde tu anhelada adopción,
defecabas, indómito, en el moqueta turca del salón.
Nunca, nunca logré en el pescuezo ponerte la argolla,
¡ Cabrón !, siempre hacías lo que te salía de la polla.

Dedos y manos mutiladas, me seccionaste la yugular,
con tus mordiscos y dentelladas me quisiste capar.
Tus rastreros ladridos me despertaban en la alborada,
¡ Cuántas veces intenté silenciarte con una pedrada !.

Mirada sardónica, jocosa y mordaz, burlándote de mí,
enarbolando tu cola pajiza cual talluda mezquita yemení,
cuando lanzaba la pelotita entre los olivos en forestación.
¡ Hijo de la gran puta! , ¡ Busca!, ¡Busca el jodido balón!.

Pusilánime sabueso, canino cobarde y medroso,
con convulsos temblores cual epiléptico baboso,
al escuchar un trueno o percibir un argavieso fuerte,
timorato corrías en estampida a esconderte.

Con podencos, gatos, roedores y ovinos quisiste copular,
¡ Promiscuo cabrón !, no existía fármaco que te pudiera sanar.
Fiebre, disentería, pústulas, abscesos y úlceras genitales.
¡ Insensato!, contrajiste la gonorrea en alguna de tus bacanales.

Tu infecto corazón dejó de latir y sollozo, lloro tu partida,
Toby, no expirará en mi recuerdo tu mirada ardida.
En tu sepultura, allí en el vertedero, mis lágrimas remojo,
y ahora… ¿ Quién cojones cuidará de mi tercer ojo ?.

Fidedigno aliado, noble camarada y amigo fiel,
renunciaste a esta mierda de mundo pancista y cruel.
Hocico gacho, ébanos ojos, pardo y sarnoso pelaje,
emprendiste, ahíto y rendido,  fúnebre viaje.


Image and video hosting by TinyPic



miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL TÚNEL DEL TERROR


El irritante aleteo de unos hercúleos murciélagos me despierta en medio de la lobreguez.
El sudor gotea por mi exiguo entramado de cabellos que conforma ese creativo peinado que utilizamos quiénes adolecemos de cuero cabelludo.
Me incorporo sobre los codos, febril, azorado, escrutando mi alrededor sin llegar a reconocer el inhóspito lugar dónde acabo de recuperar el dominio de mi burda conciencia.
La oscuridad reinante, saturada de niebla, resulta casi palpable, como si tuviera un fino vendaje atezado sobre mis ojos.
Hiperventilo emitiendo psicofonías en suajili.
Disnea, náuseas, incontinencia fecal.
La humedad es sofocante. Un calor calígine desciende por la espalda, rocía mis muslos, empapando mis glándulas testiculares, el velludo surco de mis nalgas.
Ya erguido, oigo caer una gota en un efervescente charco invisible.
Mis sentidos se agudizan cual hurón acechado por su depredador.
Con presteza, me lanzo al suelo y serpenteo mi orondo cuerpo hacia la pared, hurtándolo a las miradas que puedan provenir de lo más recóndito de la oscuridad.
El paredón es áspero, mucilaginoso, cuajado de frondosas protuberancias abruptas.
¿ Dónde coño estoy ?- susurro acojonado.
El eco de mis palabras, distante y amortiguado, resuena en la oquedad insondable de lo que parece ser una inextricable espelunca en forma de lúgubre cueva.
La madriguera cavernosa destila una horrísona podredumbre de metales pesados, dársena y tuberculosis. El pútrido hedor penetra hasta el último rincón de mi cerebro.
Me acuerdo del mechero custodiado por el bolsillo de mis pantalones.
Atizo al encendedor y lo mantengo en alto arrojando una luz nerviosa que ilumina la vasta caverna.
De las paredes, revestidas por una bermeja túnica mucosa, afloran innumerables abscesos viscosos que parecen palpitar con vida propia. Expelen flujos epidémicos.
El suelo es como una mullida alfombra ambarina que exhala infectos vapores.
Permanezco impertérrito ante las inmundicias que se alzan ante mí.
El mortuorio mutismo de la de la cueva es solo roto por la sonora percusión de los aullidos de los murciélagos. Observo perplejo cómo los quirópteros, fruto de la evolución,  lucen pequeñas máscaras en sus hocicos para protegerse de los corrosivos gases.
Con andar errático, camino despacio, paso a paso, cabeza hacia atrás y los brazos gilipollescamente extendidos. Pasos giróvagos por espumosas marismas y arenales gelatinosos.
Mi instinto de supervivencia mitiga el dolor abrasador del dedo pulgar que mantiene encendido el mechero.
Dirija dónde dirija mi briosa vista, no logro encontrar ningún objeto que me sirva de referencia para alcanzar el camino de salida.
Emulando la perspicaz estrategia de aquella legendaria fábula, eyaculo cada veinte metros como sagaz huella para hallar el camino de vuelta.
Avanzo unos metros más.
Mi encendedor comienza a expirar.  Pronto estaré perdido, a merced de la negrura total de las entrañas de la tierra.
Bajo la luz evanescente, lanzo un exasperado grito de socorro.
Segundos después, el silencio ultraterrenal de la gruta es interrumpido por insidiosos y siniestros sonidos que erizan mi vello púbico.
Una musculosa y espigada alimaña de un único ojo, como surgida de otra dimensión, penetra la cueva abarcando la mayor parte del espacio. Acompañada por un fétido hedor salífero, acomete contra todo lo que encuentra a su paso, esputando un pestífero líquido glutinoso.
Se desvanecen en la oscuridad las últimas chispas espasmódicas de mi mechero.
El gigantesco helminto extiende y contrae su níscalo macrocéfalo derribándome contra la pared.
Aturdido, me aferro a la vida con determinación ciega, implorando al ser supremo.
La forma lustrosa acomete de nuevo. Esta vez, con un golpe seco, atiza mis piernas, dejándome moribundo.
Tumbado en el suelo, cuasi mortecino, diviso en el fondo de la sima un débil resplandor.
Debe ser la carrera más rápida de mi vida. Alcanzar la abertura. Huir de este infierno.
Sabiéndome atrapado, consigo ponerme en pie, y evitando el tercer impacto, arranco vertiginosamente a correr.
Corro, corro y corro.
Veo como en el horizonte se va dibujando la escabrosa orografía de un monte circundado por onduladas laderas de densa y sucia vegetación. 
Estoy cerca. Lo voy a conseguir…



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...